martes, 23 de junio de 2020

Pasos de baile


La ventana quedó abierta. La puerta bien cerrada. Y el miedo enterrado. Se liberó de todo para volver a verse, volver a ser. Para volver a latir al ritmo de su corazón.

No había vuelta atrás. Aunque sintiera que había llegado al punto de no retorno, debía mirar, de vez en cuando, para observar sus pasos.

Levantó la vista y percibió los pájaros en el horizonte, el olor a mar que le envolvía y se dejó llevar.
Por primera vez en años las cadenas dejaron de apretar y se sintió libre. Libre de hacer lo que quisiera, lo que le dictara su lado más salvaje y menos racional.

Empezó por desnudarse y sentir el contacto con su propia piel, sin recovecos que escocieran, sin sentir quemazón de solo tocarla. Continuó vistiéndose de nuevo y empezando a danzar, sin más música que la de su cabeza, sin calzado, sin freno. Siguió por las llamadas que hacía tanto que debería haber hecho, dejando a cualquiera sin palabras. No iba a volver a sentir esas ataduras, las cuerdas debían desaparecer antes de volverse sogas. Otra vez.

Acabó saliendo por la ventana que había quedado abierta, sintiendo la arena bajo los pies y con una decisión tomada.

No dejar de correr ni volver a ese oscuro lugar.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Mil noches en vela


No eran las palabras que decía lo que te encandilaba, ni siquiera esos perfectos y carnosos labios. Era la curiosa forma que tenía de pronunciar sílaba a sílaba cada palabra, haciendo que pareciera más hermosa y sin significado.

No eran sus ojos del color de la miel lo que te hacía enloquecer, ni siquiera eran esas miradas capaces de dejarte sin respiración. Era ese parpadeo frenético que podría haber causado un tsunami al otro lado del mundo.

No era su falda ceñida y corta lo que te perturbaba, ni siquiera eran todas las curvas marcadas de su esbeltica figura. Eran sus movimientos ágiles y sigilosos que la hacían ser la más notoria entre todas las estrellas.

No eran sus marcadas ideas las que te chiflaban al oírla hablar, ni siquiera eran sus argumentos que te hacían perder la razón aun teniéndola. Era la poesía que pronunciaba sin ser primavera, sin métrica o rima.

No eran los delicados movimientos de su cadera al andar los que te trastocaban, ni siquiera esos bailecitos que hacía en su habitación cuando creía que nadie la miraba. Eran los hoyuelos que se le formaban cada vez que se olvidaba de todo y reía.

No eran sus suaves manos las que te hacían delirar, ni siquiera sus uñas coloridas que variaban constantemente. Eran sus difíciles caricias, el tacto de su piel en contacto con la tuya, el suspiro más profundo.

miércoles, 27 de junio de 2018

Besos de caramelo

Ella no mira nunca el reloj. Sabe que siempre es hora de volver a casa, pero llegar unos minutos, o una eternidad, más tarde no le hará daño a nadie.

Ella que se reconforta en abrazos fugaces de otros porque los suyos le hacen sentir los cristales rotos que acarrea dentro.

Ella, que es felicidad en estado puro, sonrisa entre tanto llanto y cordura en medio del caos. De los demás. El suyo propio es otra cosa. Es capaz de correr una maratón, emocional, por cualquier otro. Y de ahogarse subiendo sus escalones.

Ella, dulce, sincera, rota, bondadosa, triste, con un corazón que no le cabe en el pecho y los labios más suaves y tiernos que uno pueda imaginar. Y esos besos de caramelo que siempre te dejan con ganas de más. De saber más, de conocerla más, de besarla un poquito más.

Ella, que quiere de más y echa de menos, que sueña mucho y duerme poco.

Ella y sus besos de caramelo.

sábado, 7 de enero de 2017

(Pico)cuento...

Durante un tiempo te quedaste sin voz. Perdiste las palabras y solo articulabas monosílabos sin sentido.
Pero has vuelto a escribir. Frases cortas que no le enseñas a nadie pero que te definen como nunca un libro lo hizo. Te has mirado en el espejo y te has mentido durante tanto tiempo que ya no sabes cual es tu verdadero reflejo.
Te besé la espalda y te estremeciste como ya has hecho tantas veces, pero supe que esta era especial. No me preguntes el por qué. Solo lo sentí. En ese momento solo quería ver tu cara, tus ojos, probablemente cerrados, que explican más que cualquier metáfora. Pero ahora, ahora solo quiero volver a ver tu espalda desnuda. Mi lienzo. Déjame devolverte las ganas de decir algo a base de secuencias de besos por la infinidad de tu torso.
No puedo verte mejor que cuando te imagino, cuando te pienso. A todas horas. Sin parar. Como un valiente ansioso de su chute de adrenalina. Ni cuando estoy detrás tuyo delante de cualquier espejo que quieras romper.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Cosquillas.

El bus va súper lleno pero yo me siento sola, medio vacía. Me faltas tú para que todo esto tenga sentido. Para hacerme sentir que si vivo es porque me siento viva, a tu lado; que todo por lo que lucho es por nuestro futuro perfecto, por todos los habremos hecho, habremos dicho, habremos estado, habremos sentido. Que más que a nada, que como nunca nadie, que cada día un poquito más, te amo.
No puedo seguir escuchando Love of Lesbian a las tantas de la madrugada mientras anhelo tu presencia recostada en el lado derecho de mi cama y las manos entrelazadas con las mías, tu poética respiración de profundamente dormido. 
La vela de mi habitación siempre está prendida para que no se amarre tu olor y luego te eche más de menos, para que no puedan surgir deseos en vano de escapar de estas cuatro paredes hasta tus brazos.
Las imágenes impregnadas en mis paredes solo me duelen, me duelen por saber que no puedo volver atrás y coger los momentos con las manos para acariciarlos hasta desgastarles la piel. 
Estoy a punto de entrar en el ensueño de saberte siempre a mi lado, aún después de haberme prometido que jamás volvería a tomar la existencia como algo no fugaz; aún después de decidir que el tiempo no es más que una convención, que ni nunca ni siempre. que ahora. 
El frío me está alcanzando y no estoy preparada para pasarlo si no es con un abrazo de por medio, si no vienes y me ahogas entre suspiros y brazos cruzados, tras mi espalda, rodeándome sin posibilidad a sentirme desprotegida.
Caeré cuando la Luna se coma el día y no quede mañana sin ti, sin escalofríos por la espalda, sin cosquillas por las entrañas, sin caricias por el corazón, sin miedos por existir.