sábado, 25 de junio de 2016

¿Destino final?


Existen pequeños momentos en que la mente hace "clic" y todo lo malo cambia. Eso es lo que me han dicho desde que era pequeña, que un día vería las cosas de distinta forma y todo sería mejor.
Como si al despertar por la mañana la vida se fuera a volver menos complicada.

Los años me han hecho comprender que ese día no va a llegar. Al menos, no por si mismo.
Nacieron algunos con lenguas hábiles que dictaron nuestro futuro como destino, otros como fortuna y, los más pesimistas, como una interrogación constante que no se puede desvelar.

Llámese como se llame, la gente le teme, de una forma u otra. Pocos son los que se atreven a llamarle realidad por la que hay que luchar.

No existe ese "clic" si no estás dispuesto a darlo todo para llegar a él. Yo lo estoy.
Y no me refiero a no ver la maldad en este mundo, porque eso me ha cegado mucho tiempo. Hablo de cambiar mi forma de percibir, de recibir, de sentir las cosas.
No estoy dispuesta a ser una marioneta más, a dejarme llevar por la corriente. Aquí me planto.
Prefiero ser la "perdedora" que se esfuerza, que se deja su piel por aquello que sueña, por muy inverosímil que parezca, a no hacer nada y dejar que alguien ajeno escriba mi historia.

Las cadenas no están hechas a mi medida, siempre he sido más de adelantarme, de ver más hacia allá, de quedarme atrás, de perderme, de buscarme. 

Tal vez exista un destino, aquel para el que nacimos, pero ¿quién nos ha dicho que no se puede cambiar? ¿quién nos ha convencido para dejar atrás lo que somos? Nosotros mismos. Y, hasta que no lo comprendamos, morirán almas soñadoras, día tras día, fruto de la frustración y la falta de aliento.

No digo que las cosas me vayan a salir mejor o que sean más fáciles, pero me voy a dejar el alma en mis sueños.

P.D.: hacía tiempo que no soñaba.