jueves, 30 de abril de 2015

Invitación a la perdición.

¿Confusión? Eso no es nada comparado con lo que tiene ella en su cabeza. Pero no sabes lo bonito que es su caos.
Se ve en sus ojos, la miras y ves que está desmontada, que hace un tiempo que se desmoronó y que es una luchadora. Porque, a pesar de haberse roto, intenta reconstruirse y que no notes que necesita un abrazo de aquellos tan fuertes que pueda unir todos sus pedacitos.
Pero no te lo dirá. Nunca te lo pedirá. No verás ni un resquicio de súplica en sus movimientos. Ella quiere que lo hagas porque quieres, no porque te sientas obligado.
Es pequeña, pero nunca la verás tan menuda como ella se siente. Tiene un corazón que no le cabe en el pecho, por eso nota un dolor punzante constantemente. He descubierto que su ansiedad, en realidad, es enamoramiento. ¿Cómo no se va a enamorar de sí misma? 
Pues no lo consigue, no es capaz de ver la belleza de su complicada simpleza. La musicalidad de sus silencios. El atractivo de su pelo despeinado por el viento o de su media sonrisa, esa que se le dibuja justo antes de estallar a carcajadas. Lo bonito que es cuando sopla los dientes de león pidiendo un único deseo.
En su lista de reproducción están todas las canciones de Ed Sheeran, porque siente que a veces él le entiende mejor de lo que se entiende ella misma. Porque en sus letras encuentra los perfectos gritos de guerra que jamás será capaz de pronunciar. Porque consigue que mueva sus caderas mientras piensa en voz alta o mientras pide que le des amor como si quisieras ser amado.
Entre sus películas favoritas está Grease y se enamora de Sandy y Danny al son de Frankie Valli y pierde el control de toda su mente mientras imita a Sandra Dee, llora cada vez que Rizzo aparece en su pantalla vestida de lila y está perdida sin saber quién es o cómo debe ser. Eres todo lo que quiero lo lleva marcado a fuego en el corazón.
No hables de confusión hasta que la conozcas y veas el miedo que tiene de perderte en sus ojos. 
¿Confusión? Eso no es nada comparado con lo que tiene ella en su cabeza. Pero no sabes lo bonito que es su caos.

jueves, 23 de abril de 2015

El verdadero día de los enamorados.

Hoy es 23 de Abril. Un día muy corriente para los que viven a las fronteras de Cataluña. La verdad es que, dejando a un lado las políticas, creo que este día se debería celebrar en todo el mundo. Hoy es Sant Jordi. Conocido como Sant Jorge, en el resto de España, es también el día internacional del libro. Pero aquí es un poco más especial. Es nuestro día de los enamorados.
La leyenda de Sant Jordi cuenta que en la Época Medieval, cerca de un pueblecito llamado Montblanc, llego un dragón (es una leyenda tiene su parte fantasiosa, claro), que se fue comiendo todo lo que encontraba a su paso. Los aldeanos, preocupados, empezaron a racionar sus animales, para que la bestia no se comiera más de lo que debía. Pero se acabaron los animales y el dragón seguía en el pueblo. Así que se decidió que cada día se le entregaría una persona al animal por sorteo. La princesa salió en la papeleta el primer día y sus padres se negaban a que ella fuera, pero ella, valiente, dijo que era su deber ya que el pueblo se había ofrecido voluntario a ser carne de cañón. Se acercó la bella princesa a la cueva del dragón y cuando estaba a punto de devorarla se empezaron a escuchar de lejos los pasos de un caballo, el caballo de Sant Jordi, el caballero que salvaría a la princesa. Así fue, apuñaló al dragón y dicen que de su sangre salió una rosa. Esa flor fue el regalo que le hizo Sant Jordi a la princesa, por amor. Pero el joven caballero no se podía quedar en Montblanc, así que partió en busca de más justas en las que batallar.




Es por esta leyenda que en Cataluña se trafican rosas por libros en este día tan especial.
Es día para tener un detalle con los que más quieres. Lo típico es que la chica le regale un libro a su chico y este una rosa a su pareja. Pero en los tiempos que corren ya no tiene porqué ser así. Yo, personalmente, prefiero que me regalen un libro a una rosa.
Este día también se caracteriza por las paraditas de rosas, libros y manualidades que salen a las calles para esta bonita jornada. Aquí, en Barcelona, lo más típico es dar un paseo por Las Ramblas para ver como está el panorama, para que te firmen un nuevo libro o para conocer a los autores del momento (Albert Espinosa, Blue Jeans...). A parte, se montan varios eventos para los más pequeños, para los más mayores, jóvenes, adultos, para todos, porque es un día para que todos lo disfrutemos.
En mi opinión es un día mucho más bonito que San Valentín, tiene más historia, más humanidad, se respira más amor de verdad, pero esto es solo mi opinión.
Hoy os dejo el enlace de una canción relacionada con este día que me encanta:
Txarango-Amagada primavera

jueves, 16 de abril de 2015

Esclavitud consentida

Después de años luchando para que se aboliera el estrato social del esclavo, se consigue y llegamos al siglo XXI. El siglo de la tecnología, la nueva era, el próspero, el resurgir de las cenizas causadas por las guerras.
El ave fénix de este siglo ha sido el esclavo. Este no es el esclavo que conocíamos, no es una persona comprada por otra a la que tenía que servir en todo el resto de su vida.
El nuevo esclavo es el que se encadena a cosas que no necesita, que compra con dinero que desea para que le queme en las manos, porque no le dura ni la mitad del tiempo que le cuesta conseguirlo.
El nuevo esclavo es el que quiere tanta protección que se encarcela, que se vuelve tan sobre-protector de lo que es suyo que no se da la opción de ser libre para elegir en que quiere trabajar, que quiere estudiar, donde quiere viajar o que quiere hacer una tarde de verano.
El ser humano se ha vuelto esclavo de sus propias palabras. Ha decidido juzgar a alguien en base a su pensamiento, a sus sentimientos, a su físico y a sus costumbres. Y así siendo esclavo de las letras que un día fueron pronunciadas sin temor, ha etiquetado a todo el mundo con tonos despectivos, siempre despectivos. Porque siempre van a ser despectivos para alguien. 
Lo que para mí es el paraje más maravilloso del mundo para ti puede ser similar al infierno. 
Somos ricos, pobres, listos, tontos, homosexuales, heterosexuales, blancos, negros o lilas, somos machistas, optimistas, pesimistas, somos altos, bajos, buenos o malos.
Somos esclavos de nuestros miedos. Y de ellos nacen nuestros complejos, a los que también nos esclavizamos. Dejamos que tomen el control de nuestras vidas, de nuestra mente, de nuestro cuerpo. 
Y para liberarnos necesitamos otras formas de esclavizarnos. Unos deciden atarse a las notas saliendo de un altavoz, otros a las palabras que desprenden las hojas viejas de los libros polvorientos de las estanterías perdidas, unos cuantos más arriesgados se unen a los botellines que encuentran en bares de tercera en los que no entrarías ni loco, hay quienes lo hacen a las caderas de alguien o a un trozo de papel con alquitrán.
Yo, por mi parte, he decidido esclavizarme a la tinta que desprende el bolígrafo al rozar el papel, a la sensación de vaciar los pulmones mientras el corazón late en cada palabra que mi cabeza suspira. He decidido ser esclavo de las ruinas de una ciudad reconstruida. De una sonrisa forjada después de varias lágrimas. He decidido ser esclavo de mi mismo.

jueves, 9 de abril de 2015

Mil kilómetros atrás

Cien pasos más, ocho mil setecientos atrás, un millón por dar. 
Solo era ella, la mochila en su espalda, esas bambas viejas calzadas y la carretera que tenía por delante. No había nada que la pudiera parar. Necesitaba escapar, al menos durante un tiempo, irse lejos y abandonar los problemas. No era consciente de que su mayor problema era que no podía huir de si misma, que cada día tendría que pelear con su mayor enemigo, la persona que se veía reflejada en los espejos que miraba.
Tomó distancia de todo cuanto conocía, convencida de que explorar el mundo la ayudaría a conocerse a fondo.
Visito los rincones perdidos de cada lugar al que iba, conoció todos y cada uno de los pueblos llenos de almas vagantes, se cruzó con esqueletos que no eran más que piel y con sombras suspiradas por miles de sentimientos. Se sintió sola en ciudades capital y llena en puebluchos vacíos. Disfrutó de montañas y valles, de playas y bosques, de urbanismos y fábricas. Disfrutó de cada paso que daba.
No se dio cuenta que mientras cerraba la puerta de casa se estaba perdonando por todos los errores cometidos y aceptó las derrotas futuras.
Cruzó fronteras, físicas y mentales. Entendió que no le hacía falta complacer a todo el mundo si eso implicaba perder el brillo de su sonrisa. Aceptó que hay amores que, por mucho que se deseen, son imposibles y citando al gran Neruda comprendió ese verso que se le escapaba a su razón en el que el maestro nos enseñaba que "Para que nada nos separe, que no nos una nada". No es necesario estar con una persona toda la vida, para quererla siempre; el amor, de lejos, es más bonito, porque los recuerdos que perduran son los buenos. Tendemos a olvidar los que nos hacen daño. Y si todo es de colores pastel es más fácil amar.
Su mochila se fue vaciando a medida que avanzaba en su viaje a ninguna parte. Fue descargando su espalda de las piedras que llevaba años guardando, piedras que llegaron a pesar toneladas, piedras que hicieron descender gotitas de agua por sus mejillas encendidas, una y otra vez. 
No veía el momento de llegar a la meta porque el mundo que se abría ante sus ojos era tan bonito y devastador, a la vez, que las ganas de seguir jugando a los exploradores aumentaba con cada paso, con cada latir de su corazón. Quería conocer más, ser más consciente de lo que la rodeaba.
Su trayecto fue enrevesado, sin mapa ni brújula. En el viaje no conoció a nadie y conoció a todo el mundo, a sí misma, al amor de su vida, a su mejor amigo, a cien personas con intención de cambiar el mundo, a cuatrocientos niños hambrientos de una infancia digna, a sus verdaderos hermanos y a cientos personas tan feas que su única belleza era la física. 
Al volver a casa había visto tanto que todo le parecía diferente. En realidad, todo estaba igual. Era ella la que había cambiado, se enamoró de su vida, se hizo amiga de los kilómetros, decidió que para que las cosas cambiarán ella debía cambiar su forma de hacer las cosas, invirtió más tiempo en la lectura y dejó atrás parte de la tecnología, la parte innecesaria, se hermandó al mundo entero y empezó a aceptarse ante el espejo.
Nadie la reconocía, pero se tenía a ella y, eso, la hacía feliz.