jueves, 28 de mayo de 2015

Pedacitos de mí

Estallamos, que palabra más bonita, estallamos en llanto o a reír. Personalmente, prefiero lo segundo, aunque lo primero predomina mi vida. 
Las risas son todas las tensiones acumuladas que quieren salir y lo hacen de la forma más exagerada en un momento inesperado. Las risas son contagiosas, preciosas y pueden ser el motivo para enamorarse de alguien. El momento en que se libera de su coraza y decide mostrarle al mundo como es su corazón de la forma más inocente y sincera que existe.
Hay quien decide reírse de la sociedad, siendo un crítico duro hacía las acciones que permanentemente realizamos, hacía las personas que le aman. Hay quien se ríe del amor, lo encuentra absurdo y un burdo cuento sin sentido porque ya le han roto el corazón demasiadas veces. Hay quien se ríe de la gente, seguramente porque un día se rieron de él. Hay quien decide reírse de las ocurrencias de algún loco que decidió hacer juegos de palabras para reír.
Por último, pero ni de lejos el menos importante, es el que aprende a reírse de si mismo. El que tras varias caídas reconoce que lo mejor que puede hacer es empezar a quererse sin olvidar que los defectos existen pero que son los que nos hacen únicos, diferentes, especiales.
Las risas son estallidos de felicidad, también. Felicidad porque algo ha salido bien o porque te encuentras con alguien en una estación a las afueras de la ciudad, alguien especial que llevabas tiempo sin ver.
La cuestión es que estallamos. Da igual si en cien o en mil pedazos. 
Últimamente he visto más gente romperse que reconstruirse. Porque, qué fácil es desmoronarse y que difícil es enfrentar todo lo que nos viene de frente. 
Bueno, es fácil romperse, lo que no sabe la gente es lo duro que es estar roto. Perderse entre las sombras cada noche intentando alcanzar un minuto de gloria, de tranquilidad total. Ver como todo tu mundo se derrumba, ver como gente que siempre estaba ya no está, ver como te etiquetan sin saber si quiera lo que pasa por tu cabeza.
La primera lágrima sale y el resto caen por inercia o desastre. Aturdida busco un faro al que agarrarme y encontrar algo en medio de mi caos. ¿Quién se supone que soy? ¿Quién debo ser? ¿Qué quiero ser?
La cabeza se me llena de preguntas y cada vez me faltan más respuestas.
El dolor de pecho izquierdo se vuelve constante porque quiere un estallido, suele hacerme romper a llorar aunque alguna risa de vez en cuando hace que me enamore de nuevo de la vida.
Porque así es, vivo enamorada de la vida, de sus pequeños placeres y sus no tan pequeños arrebatos. De sus te doy un beso pero te quito tres abrazos.
Lo que tampoco se sabe es lo orgulloso que se puede estar de uno mismo al reconstruir las ruinas de una ciudad demolida y conquistada. Nadie llega a imaginarse lo que se disfruta de un pequeño instante de felicidad, de un estallido en carcajadas.
Solo me queda una cosa por decir: CÓRTAME LAS CUERDAS QUE ME HACEN SER MARIONETA DE LA SOCIEDAD.

jueves, 14 de mayo de 2015

Perfección enmascarada.

Hay manos que fueron creadas para encajar los dedos con otras y que se cree una armonía que se podría palpar en el aire. Hay estaturas definidas para dar el abrazo perfecto, para que la cabeza de uno quede justamente en el pecho, al lado del corazón y la del otro pueda dar un beso lento e inocente en la cabeza. Hay bocas que están hechas para estar entre otras que las completan, las hacen sentir vivas.
Hay fechas que quedan marcadas en el corazón y días que se graban con la más cara de las cámaras, la memoria.
La nuestra no es tal vez una historia tan bonita como la de los demás, tal vez no es tan dulce como cabría esperar. Nuestra historia no ha sido fácil. Hemos visto baches, subidas y precipicios.
Quizá no fue un acierto seguirme hasta el fin de mis días, quizá no deberías haber esperado a verme renacer para irte, quizá el invierno tendría que haber llegado antes a nuestras vidas.
Éramos más inocentes que nadie pero nuestro amor, nuestro amor era puro fuego, era pasión entre manos, eran un arrebato de besos en una esquina cualquiera, porque sí, porque me apetece y no hay más. Éramos el delirio de nuestras miradas compenetradas. Éramos el frenesí de las primeras caricias. Lo éramos todo, no éramos nada.
Aunque todo parezca un horror visto así, fuimos los más felices aquel día en que nos perdimos, en que dejamos atrás norte o sur y dejamos que nuestras pieles se rozaran, que sintieran el abrazo de la otra. Nos dimos la oportunidad de ser uno acunados por la luna. Creamos un millón de recuerdos que aún están por cumplir, nos imaginamos más allá de nuestros límites, lejos de todo lo que nos rodeaba, lejos de toda realidad existente.
Y hoy soy yo la que quiere irse lejos, huir de todo lo que le rodea y darse una nueva oportunidad, volver a nacer, pero esta vez sola. Sin tu compañía, porque estoy, desde que te fuiste ya no soy. Y quiero cerrar los ojos y ver mi sonrisa sin depender de la tuya. Porque cada vez que te vas ya no se dibuja, solo se siente con ganas de borrarse.
Tal vez nos consumimos, como una vela, fuimos agotando al otro tras cada grito, tras cada decepción, tras cada te quiero cordial, no por sentimiento. Nos apagamos lentamente mientras la llama de nuestro amor intentaba mantenerse encendida pero no saben los cubos de agua que le tirábamos a esos últimos resquicios de lo que un día fuimos.
Quizá fuiste el amor de mi vida, quizá eras el indicado, en el momento equivocado. Pero tal vez ha sido mejor así, quizá si te hubiera conocido en otro instante no te habría querido como lo he hecho, tal vez tú no te hubieras parado a hablar conmigo aquel día si no te hubieras fijado en que mis ojos no sonreían tanto como mi boca.
Y soy yo la que hoy mira las fotos viejas y te odia mientras piensa que cómo va a odiar a alguien que le ha hecho aprender tanto, cómo va odiar lo que una vez fue lo mejor de sus días. ¿Cómo te voy a odiar a ti? Tú, que venías con esa media sonrisa torcida y me derretías con tu seguridad. Que chocabas conmigo y se me aceleraba el corazón. Tú, que te ponías de los nervios cada vez que intentaba dejar mi adicción a los chicles o cada vez que intentaba aficionarme al café que me preparabas cada mañana mientras me veías pasear por casa con tu camiseta más grande, mi pijama favorito. Tú, que te desmoronabas cada vez que esta camiseta, que tanto odias, dejaba de oler a mi perfume.
Nuestros corazones arderán por alguien más pero ya no lo harán con tanta intensidad como lo hicieron por nosotros. No sé si tú lo harás pero yo me he propuesto proteger mi corazón antes que mi cuerpo porque no soportaría el vacío existencial que dejaste al irte y que solo he podido llenar con versos de Neruda y letras de Benedetti.
Soy una cobarde por escribir estas letras y por no decírtelas, pero te quise como la más valiente del mundo.
Ni París es tan bonita ni Roma está tan rota como lo imaginas.


jueves, 7 de mayo de 2015

PLUMAS NEGRAS. CORAZONES PUROS.

Cae, lentamente, cae como las gotas de lluvia que se precipitan sobre tu piel en los meses primaverales. No la recojas, no frenes su descenso. Ella quiere ser saltadora.Ella, tan buena, tan amable, tan cuidadosa, tan enérgica, tan rota. Sí, es el ángel preferido de todos. Quiere deshacerse de sus alas. Ya no las soporta. No puede seguir callándose las palabras que la concomen por dentro, no puede seguir queriendo como si nunca le hubiesen hecho daño. No puede seguir creyendo en la bondad de la gente cuando ha visto la maldad innata de algunas personas.Perdida, en medio de la nada, con sus ojos cristalinos bañados en un mar de lágrimas, con sus infinitas pecas determinando los años que permanecerá, con sus pómulos marcados señalando el camino hacia la luna o el paraíso o que sé yo.Inocente, sabiendo todo lo que la rodea, la realidad, pero queriendo mantenerse cuerda. Sin perder un ápice de juicio. Sin recuperar el tiempo perdido. Sin poder bailar bajo el sol por miedo a que la etiqueten como algo que no es.Piadosa, ella que lo perdona todo, que no sabe decir que no, que no puede negarse a la sonrisa de los demás por muy desgastada que esté la suya, ella que se pierde entre los brazos de la noche y deja que la oscuridad la acurruque en un insomnio infinito.Genial, como ninguna entre otras, como persona, como amiga, como compañera, como bailarina, como trabajadora, como estudiante, como deportista, como creadora, como dibujante. Genial como nadie. Increíble como la que más.Cae y sus alas ya están haciendo la metamorfosis del blanco más puro al negro más oscuro. No va a ser un ángel de la guarda toda la vida. No va a ser un cupido el resto de su existencia. No va a cargar el peso de la consciencia hasta el último minuto.Cae y siente el aire frío al rozar sus párpados, siente su existencia desvaneciéndose con la aceleración del descenso, siente como si una pequeña parte de ella renaciera. Como si se le estuviera otorgando una nueva oportunidad. La oportunidad de ser libre para elegir quien quiere ser.Cae. Ya ha caído. Y seguirá cayendo hasta el día en que se canse de ver el vacío pasando cerca de sus ojos.

Hoy quiero compartir un pequeño texto que me ha escrito un gran amigo, por el que estoy muy agradecida.
"Es bonito echarte de menos..."


Las personas “disfrutonas” son una bendición para quienes les rodean, porque tienen la maravillosa habilidad de contagiarte su entusiasmo y dejarte con buen sabor de boca, al menos mientras estás con ellas. No necesitan grandes cosas para sonreír y no es que se conformen con poco, es que se han grabado a fuego aquello de que “la felicidad consiste en tener algo que hacer, alguien a quien querer y alguna cosa que esperar”, que no es poco… Son realistas y en sus días hay buenos y malos momentos, pero saben encontrar el equilibrio perfecto para no perder ni el norte, ni la sonrisa. Son los mejores confidentes porque escuchan y no te van a dejar lamentarte más de la cuenta, porque cuando hagas una pausa, te pondrán un vaso de agua delante, para que bebas hasta la última gota y entonces entiendas que no sirve de nada teorizar acerca de si un vaso está medio lleno o medio vacío, que lo importante al fin y al cabo es saciar tu sed. Viven con esperanza, agradeciendo cada muestra de afecto que reciben y dando siempre el ciento por uno, un abrazo suyo es curativo. Te zarandean cuando te hace falta, cuando ven que estás centrando tu atención en cosas que no la merecen y hacen todo lo posible por recordarte qué es lo que de verdad importa, porque ellos lo saben. Su generosidad es la de quien sabe que lo que no se comparte, se acaba perdiendo. Son conscientes de que la felicidad de uno solo se acaba disipando, la de varios que se alegran por lo mismo crece sin control y, entonces, es estupendo formar parte de esa cadena. La naturalidad les caracteriza, no disimulan y la sinceridad es parte de su encanto. Procura rodearte de gente así, les admirarás con la misma intensidad con la que les extrañarás cuando no estén a tu lado. Te dejarán el mejor recuerdo. Y entenderás que, a este tipo de personas, hasta echarles de menos es bonito.

Mi ángel.