miércoles, 5 de octubre de 2016

Cosquillas.

El bus va súper lleno pero yo me siento sola, medio vacía. Me faltas tú para que todo esto tenga sentido. Para hacerme sentir que si vivo es porque me siento viva, a tu lado; que todo por lo que lucho es por nuestro futuro perfecto, por todos los habremos hecho, habremos dicho, habremos estado, habremos sentido. Que más que a nada, que como nunca nadie, que cada día un poquito más, te amo.
No puedo seguir escuchando Love of Lesbian a las tantas de la madrugada mientras anhelo tu presencia recostada en el lado derecho de mi cama y las manos entrelazadas con las mías, tu poética respiración de profundamente dormido. 
La vela de mi habitación siempre está prendida para que no se amarre tu olor y luego te eche más de menos, para que no puedan surgir deseos en vano de escapar de estas cuatro paredes hasta tus brazos.
Las imágenes impregnadas en mis paredes solo me duelen, me duelen por saber que no puedo volver atrás y coger los momentos con las manos para acariciarlos hasta desgastarles la piel. 
Estoy a punto de entrar en el ensueño de saberte siempre a mi lado, aún después de haberme prometido que jamás volvería a tomar la existencia como algo no fugaz; aún después de decidir que el tiempo no es más que una convención, que ni nunca ni siempre. que ahora. 
El frío me está alcanzando y no estoy preparada para pasarlo si no es con un abrazo de por medio, si no vienes y me ahogas entre suspiros y brazos cruzados, tras mi espalda, rodeándome sin posibilidad a sentirme desprotegida.
Caeré cuando la Luna se coma el día y no quede mañana sin ti, sin escalofríos por la espalda, sin cosquillas por las entrañas, sin caricias por el corazón, sin miedos por existir.

sábado, 25 de junio de 2016

¿Destino final?


Existen pequeños momentos en que la mente hace "clic" y todo lo malo cambia. Eso es lo que me han dicho desde que era pequeña, que un día vería las cosas de distinta forma y todo sería mejor.
Como si al despertar por la mañana la vida se fuera a volver menos complicada.

Los años me han hecho comprender que ese día no va a llegar. Al menos, no por si mismo.
Nacieron algunos con lenguas hábiles que dictaron nuestro futuro como destino, otros como fortuna y, los más pesimistas, como una interrogación constante que no se puede desvelar.

Llámese como se llame, la gente le teme, de una forma u otra. Pocos son los que se atreven a llamarle realidad por la que hay que luchar.

No existe ese "clic" si no estás dispuesto a darlo todo para llegar a él. Yo lo estoy.
Y no me refiero a no ver la maldad en este mundo, porque eso me ha cegado mucho tiempo. Hablo de cambiar mi forma de percibir, de recibir, de sentir las cosas.
No estoy dispuesta a ser una marioneta más, a dejarme llevar por la corriente. Aquí me planto.
Prefiero ser la "perdedora" que se esfuerza, que se deja su piel por aquello que sueña, por muy inverosímil que parezca, a no hacer nada y dejar que alguien ajeno escriba mi historia.

Las cadenas no están hechas a mi medida, siempre he sido más de adelantarme, de ver más hacia allá, de quedarme atrás, de perderme, de buscarme. 

Tal vez exista un destino, aquel para el que nacimos, pero ¿quién nos ha dicho que no se puede cambiar? ¿quién nos ha convencido para dejar atrás lo que somos? Nosotros mismos. Y, hasta que no lo comprendamos, morirán almas soñadoras, día tras día, fruto de la frustración y la falta de aliento.

No digo que las cosas me vayan a salir mejor o que sean más fáciles, pero me voy a dejar el alma en mis sueños.

P.D.: hacía tiempo que no soñaba.